lunes, 23 de septiembre de 2013

Relato #1

Hace ya tiempo que llevo pensando en lo que debía hacer con respecto a él. Cada vez que me levantaba pensaba en aquello que me había propuesto. Solo puedo pensar en ello día y noche. No hago más que eso. Apenas puedo comer o dormir, o siquiera mantener una conversación larga e interesante con nadie. Solo puedo pensar en él y su proposición.

Tan solo pensar que esa proposición pueda llegarse a cumplir provoca en mi muchas sensaciones, desde el deseo hasta las ganas de salir corriendo de la habitación, pero si me detengo unos momentos a sopesar los beneficios y los daños que ello puede provocar en mi vida futura, veo que siempre hay más beneficios. 

Es extraño, pero me siento más segura aceptándolo, aceptando mi destino. Ya que él es mi destino. Una sensación de felicidad, perplejidad, extrañeza... Es exactamente lo que me pasó la primera vez que le vi. Supe que sería mío, para siempre. 

No sé exactamente como darle mi respuesta, ya que la mayor parte del tiempo me dedico a observar y menos hablar. Pero sé que cualquiera que sea mi respuesta la tomará con determinación y aceptación sin siquiera reprochar ni preguntar los porqués de la decisión. Solo espero que se lo tome tan bien como creo que lo hará.

Hace unos días conocí a su familia, me pareció gente amable, divertida. Pero había algo en ellos que no encajaba con él, como si fuese una familia de la cual se encuentra bastante distanciado. No se parece mucho a ellos, pero parece que se preocupan por él. Es raro.

Cuando me lo propuso no pude creerlo. Creía que estaba bromeando, que me lo estaba pidiendo para ver mi reacción. Entonces al ver mi cara de asombro y extrañeza me dijo que iba en serio, que me quería y que lo supo desde el primer momento en el que me vio cruzar la puerta principal de la facultad, cuando casi nos chocamos. Fueron unos segundos, pero muy intensos. 

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Sí, se lo he propuesto. Estaba deseando pedírselo desde el primer día en que la vi. Sus ojos, su boca, su pelo, ella era perfecta. Solo tenía que conquistarla. Cuando la vi sentí que ella era para mi, que estábamos destinados. Era una sensación extraña ya que nunca antes la había sentido con nadie, pero sabía que ella era la indicada. 

Después de cruzármela en la puerta de la facultad, me dí la vuelta y le dediqué una sonrisa, sabía que tenía que volver a verla. Y así fue. Poco más tarde me la encontré en la cafetería y me senté con ella. Se ruborizó un poco, me había reconocido, sabía quien era, y nos pusimos a hablar. No podía parar de observarla y de sentirme atrapado por su mirada, tan penetrante e intensa. Desde ese día no he dejado de mirarla de la misma forma, no puedo evitar sentirme atraído por ella. Esa sensación de electricidad que recorre todo mi cuerpo cuando la veo es inexplicable.

Hace unos días le presenté a mis padres. Creo que se dio cuenta que no tengo una buena relación con ellos, pero no hay problemas. Solo necesito que sepa quienes son y lo demás ya vendrá solo. es extraño ya que llevo sin hablar con ellos desde hace años. Después de todos los problemas que hemos tenido. Pero este es un acontecimiento importante y necesitaba que ellos la conociesen. Si ella acepta, claro.

Hoy es el día me dije, es el momento y no puedo dejar de estar nervioso, casi no he dormido mirándola y pensando en su respuesta. ¿Dirá que sí? me pregunto. Creo que sí, ya llevamos un año y me parece que ha pasado una eternidad. Es el momento. Aun no sé como pero lo haré, me digo. Estoy decidido.

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He tomado una decisión. Voy a decírselo. Le llamaré.
- Hola.
- Hola.
- ¿Qué tal has dormido?
- Bueno, Más o menos. Tenemos que hablar. ¿Cuándo te viene bien?
- Cuando quieras.
- Pues esta misma tarde. Pásate por mi casa a las ocho.
- Ahí estaré. Te quiero.
- Te quiero. 
  Cuelgo el teléfono. Mi corazón late más deprisa, estoy frenética. Parecía muy distante, es normal, no sabe lo que le voy a decir.

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A las ocho se apareció por mi casa y mis padres estaban esperando dentro. Se nota que está nervioso tanto como yo. Ahora no puedo parar de sonreir. Le abrazo y le beso con tanta intensidad que noto su mirada de extrañeza, sé que estaba pensado que le iba a rechazar por la hostilidad de nuestra conversación al teléfono, pero no quería que interpretase nada por mi voz.

- Bueno, ¿y qué has decidido?
- ¿Tú qué crees? - le digo con una sonrisa en los labios, estoy radiante de felicidad.
- ¿Qué sí? - parece algo dubitativo, aunque en el fondo conoce bien la respuesta. 
- Pues claro que sí. Siempre ha sido un sí, desde el día en que te ví.



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