lunes, 17 de noviembre de 2014

El tren.



Las cosas a veces no son lo que parecen. Podemos pensar que nuestras prioridades son unas cuando realmente son otras que jamás habríamos pensado iban a suponer el comienzo de una gran historia.

Al salir esa mañana de casa creía con toda seguridad que llegaría a tiempo (cuando no. siempre con prisas). Suelo coger la línea roja para trasladarme hasta el trabajo, pero esta mañana sabía que debía coger la línea azul ya que suele ser de esos días en los que los trenes se llenan de gente y eso me resulta agobiante (si pudiese cogería un bus, pero hasta ahí no llegan).

Así que cuando me dirigía al andén me crucé de frente con un apuesto chico de ojos verde esmeralda, unos ojos que no había visto antes, me dejaron sin palabras (creía que había muerto y estaba en el cielo). me pidió perdón y me dedicó una sonrisa de esas que si pudiesen matarían... Poco después apareció el tren y entramos. Aprovechando que v´un sitio vacío me senté y me puse, como de costumbre, los cascos para escuchar la música que me anima cada mañana para empezar bien el día.

!Vaya que era coincidencia! Al bajarme del tren y dirigirme hacia la salida correspondiente, me di cuenta que el chico de los ojos bonitos iba en la misma dirección que yo (no es por ser paranoica, pero parecía que nos dirigíamos al mismo sitio). Y así fue, al llegar a la empresa me percaté que iba justo detrás (y yo pensando que me seguía a mí, !qué ilusa¡). Resulta que era un nuevo empleado y cómo es la vida que le habían colocado a unas mesas de mi puesto. Claro que no dejaba de mirarme, pero yo a él tampoco. Entonces pensé en ir a por un café y nos cruzamos en la sala de los desayunos.

Al acercarse me saludó educadamente y me preguntó mi nombre, casi no podía articular palabra (parecía una quinceañera cuando cruza palabra con su amor platónico), pero supe abordar la situación con toda la normalidad con la que me fue posible. !Tierra trágame¡

A las pocas semanas parecía que nos conocíamos de toda la vida. ¿Sabes esa sensación que tienes de conocer a alguien de hace muchísimo tiempo pero que acabas de conocer hace poco? Pues fue exactamente así como nos sentimos los dos. Era inexplicable, pero la atracción se notaba en el ambiente. Así que me pidió una cita. Sí, una de esas citas románticas que tanto me gustaban (y que aún me siguen gustando). 

Me preparé para la cita. Tardé horas en prepararme, ya que no sabía a dónde íbamos a ir (no quiso decírmelo) y tuve que improvisar para todas las ocasiones: una blusa casual con una falda, unos botines a juego con un bolso y un collar que le daba ese toque elegante al conjunto. Me llevó a un restaurante de un barrio poco concurrido de la ciudad, la verdad es que era precioso y la comida estaba deliciosa, luego nos tomamos unas copas de vino y un paseo por el parque. Todo perfecto.

Al llegar a casa nos dimos un beso en la puerta (como en las películas románticas) y nos despedimos.

En ese momento supe que estaríamos juntos siempre.


Siempre.






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